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  • Foto del escritorMarco Fernández Ríos

Un salto desde los corales de Peñas

El pueblo ubicado en la provincia Los Andes no sólo tiene atractivos históricos, sino también joyas geológicas y varios lugares para practicar rapel


De pie sobre una angosta superficie de rocas irregulares, resguardado por un arnés y una cuerda semiflexible y a casi 80 metros del suelo, el vértigo se acrecienta. Al mirar abajo da la impresión de que la altura aumenta; por eso, las manos se aferran a la soga con más fuerza. Para atenuar el temor que genera la altura, la mirada se fija en el horizonte, con nevados que contemplan a lo lejos cómo se desarrolla una jornada de rapel en Peñas, mientras que, abajo, la gente anima al aventurero y las formaciones recuerdan que, hace miles de años, este sitio del departamento de La Paz estaba debajo del agua.



Peñas —cantón perteneciente al municipio de Batallas, en la provincia Los Andes— no está lejos. Ubicado a 58 kilómetros de la ciudad de La Paz, se llega en menos de 45 minutos desde la Terminal Interprovincial de El Alto. Para ello hay que recorrer parte de la carretera que lleva a Copacabana y desviar a la derecha, por un camino largo, que es acompañado por un río límpido.

Al arribar a la plaza principal da la impresión de que el cantón está abandonado, con algunas casas de tipo colonial que se niegan a desaparecer, la bella iglesia Virgen del Carmen y una estatua que recuerda que ahí —el 15 de noviembre de 1781— fue descuartizado el caudillo aymara Túpac Katari (Julián Apaza Nina).



Desde ahí se debe caminar 10 minutos, hasta llegar a una senda que lleva a innumerables peñas (piedras enormes e irregulares). Poco a poco, el camino de tierra y pasto va desapareciendo y aparece la superficie pétrea que se asemeja a un lecho marino.

Hace aproximadamente 10.000 años —en el Pleistoceno, época geológica de la era Cuaternaria—, los lagos Mantaro y Cabana cubrían el altiplano boliviano. De a poco, las aguas bajaron, hasta convertirse en los lagos Ballivián y Escara, y posteriormente en el lago Minchín, que creó salares, ríos, el lago Poopó y, también, el lago Titicaca.

Al subir por las rocas, uno se convence de esta teoría, pues la superficie tiene forma de corales marinos petrificados.



La curiosidad geológica debe esperar, ya que primero se debe visitar las cuevas rocosas de Kunkuntiji, donde se escondió Túpac Katari antes de que fuerzas realistas lo hallaran y lo descuartizaran en la plaza principal de Peñas.

Al seguir subiendo, la caminata se detiene en el Parque Arqueológico de Qillqantiji, que tiene pinturas rupestres de, posiblemente, el siglo XIV. Las cuevas guardan figuras de camélidos que pastan y gente que aparenta estar corriendo o bailando, secretos que faltan desvelar, pero que excita la imaginación.

Al continuar caminando, el visitante se encuentra con más formaciones pétreas, algunas que permiten hacer escalada y otras que son idóneas para practicar rapel, descenso en superficies verticales con la ayuda de una cuerda, un arnés, mosquetones, un casco protector y guantes. Un leve descanso permite observar lo alto que está el lugar desde donde se va a bajar, como un edificio de más de 30 pisos.

Al subir a lo alto del cerro desde donde se va a hacer rapel, al ver el piso se notan pequeñas protuberancias, parecidas a miles de corales, que hace miles de años moraban debajo del agua. Ahora no, están petrificados y esperan una investigación profunda para saber su origen y, también, la manera en que se pueden conservar.

En esta ocasión, el viaje a Peñas no tiene por objetivo hacer los estudios, sino retar al vértigo. Con el arnés, el casco y los guantes puestos, desde lo alto del cerro hay que bajar un metro y medio, hacia un sendero angosto, donde hay espacio suficiente para un cuerpo.

El guía acomoda la cuerda y recuerda las instrucciones para mantener la seguridad. De manera paralela, el cuerpo del aventurero empieza a sentir escalofríos y algo de sudor. Para intentar calmar los nervios es bueno hablar sobre cualquier tema con el guía, pero no funciona. A 80 metros de distancia, los amigos dan ánimos, sin saber que están generando, además de nerviosismo, la presión de tener que vencer el desafío.

¿Está bien el arnés? ¿Para qué hay dos cuerdas? ¿Alcanza hasta abajo? ¿No va a pasar nada? Las preguntas no cesan, hasta llegar a una respuesta que convenza a saltar y descender por la cuerda. Uno, dos y tres. No se puede. Uno, dos, tres… Un momento, quiere un momento para decidirse. De pronto, en un segundo, llega el convencimiento, así es que es mejor no pensarlo más y proceder a bajar por la cuerda. Uno, dos, tres. El salto quita, al menos durante 80 metros, todos los problemas que hay más allá de Peñas.





Una experiencia inolvidable que cuesta Bs 100


Caminar por entre plantas fosilizadas, contemplar pinturas rupestres, conocer la cueva donde estuvo Túpac Katari y practicar rapel —todo en un día— es una experiencia que tiene Walking Chuquiago, que ofrece, además de todo ello, transporte ida y vuelta desde la plaza Camacho, equipo para descenso de cuerdas y guías especializados. La próxima salida será este sábado 14 de noviembre y el costo de la experiencia es de Bs 100. Para más información comunicarse con el teléfono + 591 78794017, o a través del muro @walkingchuquiago en Facebook.





Texto: Marco Fernández Ríos

Fotos: Marco Aguilar y Marco Fernández Ríos

Video: Mauricio Machicado

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