Hace falta un día para disfrutar la experiencia del cañonismo, una actividad extrema en la que se practica senderismo, rapel, escalada y algo de nado, y que se encuentra a cuatro horas de la urbe paceña
Metros abajo de la calurosa tierra coroiqueña hay un cañón estrecho para seguir avanzando. En ese momento es difícil no sentir un poco de miedo, más aún cuando el guía hace un nudo de cuerda en el mosquetón que sujeta el arnés que, a la vez, sostiene todo el cuerpo. El dedo pulgar levantado es la confirmación de que ha llegado el momento de bajar a las fauces de la Garganta del Diablo, una de las rutas más enigmáticas de El Vagante Canyoning.
Después de dos horas y media de viaje desde la Terminal de Minasa, en La Paz, el minibús llega hasta la plaza principal del municipio de Coroico, capital de la provincia Nor Yungas. Ahí, en una de las esquinas, espera Lucio Mendoza, guía de cañonismo y vecino de Santa Rosa de Vagante, la última comunidad antes de adentrarse en la selva yungueña, una zona repleta de atractivos naturales, como pozas, vegetación exuberante y cascadas.
En 2009 fue todo ese potencial lo que convenció a un grupo de jóvenes a elaborar un proyecto para atraer a más visitantes a esta región coroicoqueña. Entre los emprendedores estaba Lucio, quien ahora lidera El Vagante Canyoning, una empresa comunitaria que se dedica a la práctica del cañonismo.
Canyoning, cañonismo, barranquismo o descenso por barrancos es un deporte extremo completo, ya que permite practicar senderismo, escalada, natación y rapel (descenso con cuerda por superficies verticales), todo ello con la incógnita de lo que pueda pasar con la naturaleza caprichosa.
Luego de una corta presentación, el guía lleva al grupo hacia donde se encuentra el vehículo, que sale de aquellas calles angostas y atiborradas de coches hacia un camino de tierra que rodea varios cerros, en un recorrido que termina casi media hora después, en una curva abierta donde hay que adentrarse en la vegetación, por un sendero casi imperceptible, a través de maleza que esparce el aroma de plantas y una humedad que aumenta cuanto más avanza la caminata.
Lucio valora la llegada a Coroico del español Diego Cabanillas, un experto en instalación de rutas para deportes extremos. “Fue quien nos asesoró como técnico en barranquismo, así es que comenzamos con él para capacitarnos e implementar la ruta de El Vagante Canyoning”, dice mientras pasa por estrechos pasos de tierra, casi imperceptibles por la maleza.
La caminata concluye en un riachuelo, donde reparten el equipo de seguridad para practicar el cañonismo: un traje de neopreno —para prevenir la hipotermia y proteger el cuerpo ante posibles arañazos—, un casco de seguridad ante probables caídas o choque con rocas, arnés, descensor y mosquetones. Después de la explicación sobre los protocolos de seguridad, los guías Lucio Mendoza y Cristiam Villca caminan en dirección del curso de la corriente para ingresar a los cañones por un sendero angosto de dos rocas amplias y oscuras, protegidas por una vegetación perenne.
“Hay mitos y leyendas sobre todos los cañones”, asegura Lucio antes de asegurar que en las noches moran malas energías y que, incluso, han dejado raras enfermedades a quienes han osado pasar por esta zona sin pedir permiso. La Garganta del Diablo no es la excepción, más todavía por la casi completa oscuridad, los espacios angostos y porque las paredes dan la sensación de estar atravesando por las fauces de un ser enigmático.
La visita a uno de estos sitios nunca será igual debido a los factores climáticos, como una lluvia de hace dos días que ha ocasionado que esta ruta, que generalmente representa un nivel dos —es decir fácil—, llegue a un nivel cinco, lo que da más emoción al recorrido, aunque implica más esfuerzo y más cuidados.
“Todos los descensos en la Garganta del Diablo tienen su complejidad. Hay algunos que pueden ser muy fáciles, pero hay sectores en los que se debe pasar debajo de rocas”, advierte Lucio.
El inicio no puede ser mejor: una cascada de aproximadamente tres metros de alto, donde no hay tiempo para dubitaciones. Cristiam sujeta la cuerda en el descensor que sostiene el arnés, da las indicaciones de cómo bajar y se hace a un lado para que el cliente haga el primer descenso, una especie de gradería de rocas que, por el caudal del río, no se puede ver.
Una última mirada al lecho de agua y una respiración profunda son la antesala para iniciar un recorrido que no tiene retorno. De espaldas a la bajada, con la mano izquierda sujetando la parte superior de la cuerda y con la mano derecha sosteniendo la soga a la altura de la cintura, de a poco se lleva a cabo la progresión por en medio de la bajante. Hay que estar concentrado, más todavía cuando el agua golpea el cuerpo y los pies resbalan en las rocas resbalosas.
Con el agua a la altura de las rodillas y el primer descenso conseguido, protegidos por un cañón estrecho y una maleza que tímida se acerca al lecho, ahora resta atravesar otros 11 descensos. Algunos son sencillos en relación con el primer escollo. En cambio, otro parecen imposibles de pasar, pese a que los guías lo hacen sencillo.
En algunas partes calmadas se logra escuchar el trino de las aves, especialmente loros que están casi 150 metros arriba. En otros casos sólo se siente el descenso violento del agua, que genera cierta zozobra para continuar.
“Como todos, en un principio yo también sentía miedo, pero lo superé con años de práctica”, sostiene Cristiam, quien empezó a practicar cañonismo desde sus 15 años y ahora, 11 años después, es uno de los mejores exponentes de este deporte en Bolivia.
Por momentos, la corriente es tan fuerte, que empuja el cuerpo con violencia, lo que dificulta seguir avanzando. No obstante, antes que amilanar las ganas, las exalta, a pesar de que abajo espera una poza donde se pueden perder lentes, cámaras o teléfonos celulares. Esta vez se perdieron unos lentes.
Los cañones son angostos y oscuros, con una poza aparentemente profunda en la parte inferior y con la corriente intensa. En ese momento es imposible dejar de sentir cierto temor y, al mismo tiempo, mucha emoción por atravesar la siguiente cascada, bajar por toboganes naturales, sumergirse en pozas y caminar por una ruta donde no sólo se deja los lentes, sino también una parte del espíritu aventurero.
Aventura de un día
Para disfrutar una jornada llena de adrenalina sólo hace falta un día. Para practicar cañonismo sólo se necesita llegar a la plaza principal de Coroico, donde los guías de El Vagante Canyoning recogen a los visitantes para ir hasta la comunidad El Vagante, donde se desarrolla una jornada de aventura extrema.
Además, como empresa comunitaria presta servicios en el diseño, asesoramiento y ejecución de proyectos en turismo de aventura, en especial en cañonismo, con apertura, equipamiento y capacitación para las personas que así lo requieran.
El costo del paquete es de Bs 350, que incluye transporte desde Coroico hasta los cañones, guías especializados, equipo completo de seguridad y refrigerio. Para hacer reservas se puede llamar a los teléfonos +591-73257647 o +591-73024974. También a través de la página www.elvagante.com, en el muro El Vagante Canyoning en Facebook.
Texto: Marco Fernández Ríos
Fotos y videos: Cristiam Villca
Cuidado de edición: Escriteca (70563637)
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