A través de testimonios y de una serie fotográfica del artista Richard Arana, los voluntarios cuentan cómo vivieron la peor época del coronavirus
Después de tantas horas de trabajo, Javier sintió que no podía respirar. Quería quitarse las cintas que no dejaban pasar el aire a sus fosas nasales y a su boca. Quería quitarse la máscara y el barbijo. Quería quitarse los dos overoles que lo protegían del nuevo coronavirus. Quería quitarse los dos pares de guantes que cubrían sus manos. Pero algo le convencía de seguir trabajando como voluntario en la Cruz Roja en Santa Cruz de la Sierra: el deseo de ayudar.
El mundo entero cambió el 17 de noviembre de 2019. Aquel día, en Wuhan (ciudad en el centro de China) se reportaba el primer caso de un nuevo coronavirus, desconocido y mortal. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que afectan tanto a animales como a humanos. En este último caso causan infecciones respiratorias, desde un resfriado común hasta un síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). Por razones hasta ahora desconocidas, el virus mutó y se convirtió en el SARS-CoV-2 (del inglés, severe acute respiratory syndrome coronavirus 2), que causa el ahora famoso COVID-19.
Desde su surgimiento rápidamente se extendió a Asia, Europa, Norteamérica y, luego, a todo el orbe. Bolivia no fue la excepción. El 11 de marzo de este año, el entonces ministro de Salud, Aníbal Cruz, informaba sobre los primeros casos del nuevo coronavirus en el territorio nacional: dos mujeres —una de Oruro y otra de Santa Cruz— que habían llegado hacía poco de Italia.
Ante el aumento de casos —el 16 de marzo ya había 34 casos positivos—, el Gobierno declaró una cuarentena total con el fin de evitar la propagación del COVID-19, pero, a pesar de los cuidados, desde aquel día, los casos se multiplicaron de forma alarmante.
“De cierta manera, mirábamos la enfermedad desde palco, haciendo el monitoreo correspondiente; pero una vez que llegó al país empezamos a vivir otra realidad”, cuenta Hans Arce Aponte, administrador de la Cruz Roja Filial Santa Cruz, el departamento boliviano que resultó más afectado con el nuevo mal.
Magdalena Choque Lucía, responsable de Planificación y Operaciones de la organización sin fines de lucro, reconoce que había muy poca información y que, de manera paralela, los casos aumentaban de forma abrupta y que, a pesar de ello, la Cruz Roja activó los protocolos para comenzar a ayudar a la gente.
Hasta el momento se desconocen muchos elementos del nuevo coronavirus. Cuando el voluntario Denilson Rúa de la Riva empezó su tarea de apoyo a la población no sabía muchas cosas de la enfermedad. Por eso sentía miedo. “Había temor de que nos contagiáramos, de que alguno de los pacientes estuviera enfermo y nos infectara”.
Por ello es que los voluntarios se prepararon en todos los aspectos posibles, en especial en lo mental y con el equipamiento de bioseguridad. Para protegerse, a pesar de estar en una región de temperaturas altas, todos los días debían ponerse dos overoles, dos pares de guantes, una cofia, una mascarilla, una capucha y una bata. “Cualquiera diría que exagerábamos en nuestros protocolos, pero el objetivo era preservar la seguridad de todo el personal y de los que nos rodean”, explica Denilson.
En los meses más complicados, los voluntarios llegaron a los lugares más alejados de la urbe cruceña y muchas veces sin siquiera alimentarse o dormir bien, con el único objetivo de brindar atención prehospitalaria a gente posiblemente infectada con el nuevo coronavirus, pero también a otros muchos que padecían diversas enfermedades y que necesitaban atención médica urgente.
Como ocurrió en otras partes, los voluntarios también tuvieron que luchar contra los prejuicios y aclarar varios mitos acerca de este mal. “Mucha gente tenía mala información. Pensaban que se iban a contagiar al sólo estar cerca de una persona con COVID-19. Había casos de discriminación, por eso hemos trabajado en la sensibilización, porque todos necesitamos ayuda”, recalca Hans, quien durante los momentos más complicados dirigió aproximadamente a 50 voluntarios.
“Uno de los motivos para que me una al equipo fue que mi hermana se había enfermado y tuvimos que aislarnos. Me acuerdo que había mucha discriminación, porque la gente no quería ayudar por miedo a contagiarse. En esos momentos difíciles llegaron médicos solidarios que atendieron a mi hermana”. Javier Enríquez Montero, joven voluntario de la Cruz Roja cruceña, rememora esos momentos para darse ánimos y colaborar a la población, pues no quiere que otros pasen por lo que él y su familia sufrieron.
“Me faltaba aire, pensaba que no podía respirar. Sentía la necesidad de sacarme la mascarilla porque estaba bien sellada. En algunos momentos se me pasó por la mente que podía convertirme en un paciente más, pero gracias al apoyo de mis compañeros tuve la fortaleza para seguir ayudando”, confiesa el voluntario Javier Enríquez Montero.
En el caso de la voluntaria Yanina Anahí Luna, uno de los mayores problemas fue tener que encerrarse en su habitación después de cumplir su misión, para evitar poner en riesgo a sus seres queridos, porque “si bien llevábamos todo el equipo de protección y cumplíamos todas las medidas de bioseguridad, no teníamos la seguridad de que no portábamos el virus”.
“Hay varias cosas que los voluntarios no han mencionado. Muchos de ellos se fueron caminando varios kilómetros. Incluso muchos no llegaban a sus casas para evitar el riesgo de contagiar a sus familiares”, comenta el fotógrafo Richard Arana Rodríguez, quien acompañó a los voluntarios en los tiempos del coronavirus para demostrar —a través de la serie Corazones y Vocación de la Primera Línea — su desprendimiento y la vocación de servicio.
Hasta el martes 12 de octubre, más de 37,9 millones de personas en el mundo se habían infectado con la enfermedad. De ellas falleció una cantidad superior al millón de seres humanos. De acuerdo con datos que maneja el Gobierno, en el territorio boliviano había 138.695 casos confirmados, con 8.326 muertos, una cantidad que puede aumentar debido a una posible oleada de nuevos casos. Ante este panorama preocupante, los voluntarios de la Cruz Roja Filial Santa Cruz están preparados para volver otra vez a las calles a apoyar a quienes así lo necesiten.
Texto: Marco Fernández Ríos
Fotos y video: Richard Arana Rodríguez
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