Un recorrido por los recovecos de este barrio que se hizo conocido por tener casas coloridas y murales que reflejan parte del espíritu paceño y alteño
Caminar por estas calles cambia de ánimo. Uno se siente feliz, sonriente y hasta optimista, mientras, desde lo alto, la gente que pasa dentro de las cabinas del teleférico Rojo mira con asombro el barrio colorido de la sede de gobierno.
Chualluma se ve desde todas partes. Es que, en una urbe vestida de ladrillo, los colores fuertes atraen la mirada de los pobladores, en especial de los nuevos visitantes. Después de pasar por encima del Cementerio General, el teleférico deja vislumbrar este barrio que, hasta hace algunos años, estaba olvidado.
Desde siempre corre el agua cristalina. Una parte de este barrio tiene greda, desde donde sale un líquido límpido. Por ello, en una parte de este lugar, existen lavanderías comunales donde varias personas aprovechan para lavar su ropa y frazadas. A esta razón debe su nombre, de origen aymara (ch’uwa: líquido cristalino, y Uma: agua).
En esta Ch'uwa Uma, los colores de la zona llaman la atención, mientras que lo que está alrededor pareciera ser sólo blanco y negro, por lo que quienes la ven por primera vez no dudan en tomar una imagen con su teléfono celular.
Es bello desde arriba, pero ¿cómo es por dentro? Para los más audaces y con resistencia física, el reto es subir por las calles empinadas e innumerables gradas. En esa ruta, uno puede comprobar que la llamada calle Mil Gradas tiene un poco más de ese número.
El otro ingreso se encuentra en El Alto, casi a la altura del Multifuncional de la Ceja, el mirador natural que deja observar la urbe paceña y los cerros que resguardan ambas ciudades. Ahí, en ese límite natural —donde filas de minibuses esperan llenarse de pasajeros— existen varios ingresos hacia la denominada hoyada paceña.
El camino perfecto al arco iris. De todas las vías, el guía elige la menos perceptible, confundida entre las casas que parecen colgar del barranco y los pocos pinos que sobreviven a la modernidad humana. Lo que antes era una senda de tierra, ahora es un camino de cemento, donde, al poco de comenzar la caminata se observan los primeros murales de colores. En el inicio mismo es bueno apoyarse en una baranda y contemplar esta La Paz reluciente y cuidada por el Illimani.
Gradas hacia otro mundo. Da la impresión de que las gradas llevan a algo desconocido. Hay curiosidad, así es que empieza el descenso, entre casas que tienen ladrillos como fachadas, lo que caracteriza tanto a El Alto como La Paz. Al seguir caminando se observa un barranco inmenso, donde está el vehículo que se accidentó hace varios años. Al mirar arriba, las cabinas del teleférico avanzan de manera ininterrumpida.
En el laberinto de calles y barandas, después de pasar el barranco debajo del teleférico, se presenta ante el visitante una vía con paredes pintadas de rosado, anaranjado, amarillo, verde y rojo, que al final parece llevar a la nada. No obstante, hace un par de años, este barrio estaba prácticamente en el olvido, con calles apenas empedradas y con casas que daban la impresión que caerían en cualquier momento.
En ello apareció Tomasa Gutiérrez Choque, entonces presidenta de la Junta de Vecinos de Chualluma, quien postuló al barrio para el fondo concursable Mi Barrio Mi Hogar, organizado por el Fondo Nacional de Inversión Productiva y Social (FPS ) —dependiente del Ministerio de Planificación del Desarrollo—. De más de una centena de proyectos presentados ante esta oficina gubernamental, 22 resultaron elegidos, entre ellos el barrio de aguas cristalinas.
Con una inversión de Bs 4,5 millones y con casi seis meses de trabajo, el proyecto —denominado Mi Qhatu (del aymara, puesto de venta)— benefició en un inicio a aproximadamente 350 familias, a través de revoques, fachadas, pintado de puertas, construcción de gradas y colocado de varandas, principalmente, en coordinación con la empresa Mi Teleférico.
El colorido está en el barrio. Ahora hay otro mundo. Los colores intensos de las fachadas y las puertas y los pisos de cemento le han dado otra vida a Chualluma, donde pareciera que abunda el optimismo y la alegría, pese a estar en una zona alejada del centro paceño y muy cercano a la conflictiva Ceja.
En ello fue parte importante Knorke Leaf (pseudónimo de Norka Paz), quien con otros varios artistas pintó casi 20 murales, con un enfoque en los mercados tradicionales. Por ejemplo, una de las pinturas tiene a una lechera como protagonista, al estilo de Mamani Mamani, con un mensaje optimista: “Lanza amabilidad”. Kusillos, kantutas, aves de la región, vendedoras de mercado, músicos autóctonos… es una especie de galería inmensa, donde hay que caminar por un laberinto. Un bello laberinto.
Podrá haber muchas necesidades y muchos más requerimientos, pero Chualluma se viste diferente, optimista y colorida, con un ánimo mucho más transparente, como el agua que pasa debajo de las casas y que termina cerca de la parroquia El Salvador, donde varias mujeres aprovechan para lavar en un sitio privilegiado de las alturas paceñas.
Visitas guiadas
Para conocer los secretos de este barrio, Walking Chuquiago ofrece una visita guiada, que consiste en la visita a los murales, caminata por las calles coloridas y reseñas de los hechos más importantes de Chualluma. Para programar un recorrido puede comunicarse con los números 75232385 y 78882793, o en Facebook, a través del muro Walking Chuquiago.
Recomendaciones
Respetar las recomendaciones del guía.
Evitar desviarse de la ruta programada.
No botar basura en las calles.
Llevar gorra, bloqueador solar y gafas.
Llevar agua y dulces.
Llevar barbijo y alcohol en gel.
Mantener el distanciamiento para prevenir el nuevo coronavirus.
Texto, fotos y videos: Marco Fernández Ríos
(Esta crónica va dedicada a Alejandra Estrada, una amiga que compartió el mismo entusiasmo por el turismo y que vivió con una estrella fugaz, intensa y que dejó huellas en su paso por el mundo. Hasta siempre)
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